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El libro Moneyball: el arte de ganar un juego injusto, luego llevado al cine por Bennet Miller bajo el titulo Moneyball, estrenado en 2011, relata una historia basada en hechos reales.

Billy Beane, director general de los Oakland Athletics, se plantea el reto de hacer ganar en competitividad a un equipo de béisbol que cuenta con escasos recursos económicos. La tarea es aparentemente inalcanzable, sobre todo si atendemos a la evidencia empírica que señala que el valor del talento deportivo y los resultados de la competición guardan, en el medio y largo plazo, una relación casi perfecta. La realidad, sin embargo, fue -se podría decir- inesperadamente exitosa.

Las claves del éxito radican en la mezcla de los conocimientos que Beane tiene de la industria, los de Peter Brand (en realidad se trata de Paul DePodesta) apasionado y gran conocedor de las bases de datos deportivos de los jugadores de la MBL que se transforma en la pieza singular de la organización y, en tercer lugar, por el sabio manejo de un grupo de profesionales que acaban convirtiéndose en un equipo ganador.

Moneyball pone de manifiesto un amplio conjunto de cuestiones relacionadas con el interés por la información y el conocimiento aplicados a la gestión deportiva. Bennet Beane define una estrategia que tiene en cuenta los recursos disponibles e incluso de la capacidad de endeudamiento en el corto plazo. Los objetivos estratégicos se determinan de manera realista después de un análisis pormenorizado de la situación de la entidad y de su entorno.

El gerente del club se rodea de un equipo de colaboradores alineados con la estrategia que no regatean esfuerzos y conocimiento para tratar de alcanzar los objetivos esperados de forma efectiva y eficiente. Beane no duda de las capacidades de cada uno de sus colaboradores y trata de sacarle el máximo partido a sus distintas especialidades.

La entidad está en una situación débil y vulnerable lo que requiere que la gestión de la crisis se haga con habilidad suficiente para superar las dificultades del día a día sin perder de vista la orientación elegida. Brand, por su parte, se mantiene fiel a sus conocimientos y no deja ni un instante en sustentar que la mejor toma de decisiones es la que se basa en la evidencia empírica (los datos y su explotación inteligente), sabiendo que desde la gerencia general y sus otros colaboradores incorporarán aquellos aspectos cualitativos que no reflejan las cifras.

La formación y la experiencia son requisitos indispensables para exprimir adecuadamente las habilidades y competencias de los integrantes de un equipo de trabajo. Beane y Brand poseen cualidades bien diferentes pero que, en el proyecto de los Oakland Athletics, resultan agradablemente complementarias. Se diría, utilizando un léxico diferente, que la referencia histórica del libro y la película ponen de manifiesto la importancia y la complementariedad de las tan a menudo identificadas como competencias hard y soft.

Beane recurre a su inteligencia emocional, sus archivos mentales y una innegable capacidad para transmitir y contagiar su idea de equipo. Son elementos que alguien podría definir como innatos, es decir inherentes con la forma de ser de Beane. La excelente interpretación de Brad Pitt en el filme ayuda a configurar esta idea de la misma forma en que, muy astutamente, sabe leer entre líneas que esta explosión de capacidades puede mejorarse y educarse con la formación y el intercambio de ideas trabajando de manera colaborativa.

Jonah Hill, no se queda corto en la tarea de darle vida a Peter Brand, graduado en Yale. Hill nos transmite de una forma modesta pero concienzuda cuál es el resultado de una capacitación bien enfocada que, a su vez, permite explotar condiciones probablemente detectadas desde la época de la educación básica. Es un buen ejemplo de cómo el business analytics le da sentido al gran almacenamiento de datos e información, es decir el big data, que suele ser algo ya tan familiar en la mayor parte de las entidades deportivas y no solo en su faceta de mejora del rendimiento deportivo. La formación continua y en tiempo continuo se nutre de otros aspectos no menos importantes que también conviene interiorizar y ejercitar: la amplitud de miras y la curiosidad científica, el aprendizaje de los errores cometidos y la resiliencia para saber adaptarse a los cambios disruptivos (incluso en los métodos y formatos educativos).

El tiempo y los esfuerzos dedicados a la educación constituyen parte de la inversión en capital humano de los individuos, como señalaba Gary Becker, premio nobel en economía. A diferencia del capital físico y financiero, el capital humano no puede traspasarse y forma parte del valor intrínseco de la persona. La formación superior y especializada supone un consumo de recursos que aumenta las capacidades del interesado proporcionándole aspectos beneficiosos a lo largo de su vida personal y profesional y, a diferencia de otros gastos, no satisfacen preferencias concretas o inmediatas. Una buena elección resulta en este sentido del capital humano una inversión con retorno asegurado.

 

Carles Murillo-Fort es presidente de la Sociedad Española de Economía del Deporte (SEED) y catedrático en la UPF-Barcelona School of Management.

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