Bartomeu adhiere al Barça a una nueva Superliga europea al margen de la Uefa antes de dimitir

El ya expresidente del Barça ha anunciado en su despedida que ha aceptado los requerimientos para participar en la futura competición, que "garantizará la sostenibilidad económica del club" en los próximos años. La asamblea debe ratificar la adhesión.

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“Puedo anunciar una noticia extraordinaria: ayer aceptamos el requerimiento para participar en una futura Superliga europea que garantizará la sostenibilidad económica del club”. Josep Maria Bartomeu ha estado trabajando hasta sus últimas horas como presidente del FC Barcelona. El ya expresidente ha anunciado en su discurso de despedida que ha aceptado que el club forme parte de la futura competición continental en la que trabajan desde hace ya años los clubes más poderosos de Europa. Ahora, la decisión deberá ser ratificada en la próxima asamblea de compromisarios. 

Bartomeu ha asegurado que la Superliga traerá una serie de ingresos que permitirán al club ser viable en los próximos años. “Podemos decir con orgullo que somos el mejor club del mundo en valor, y lo hemos conseguido por delante de grandes magnates y estados, manteniendo el club en manos de los socios. La Superliga europea de clubes garantizará que el club siga siendo de los socios”, ha destacado el expresidente.

Parecía un globo sonda más la información que adelantaba Sky News hace siete días: “Los grandes clubes de fútbol estudian crear otra gran liga europea respaldada por la Fifa”. Ahora, tras las palabras de Bartomeu, cobran un notable sentido. Según la cadena británica, varios clubes estarían negociando con el regulador del fútbol mundial la creación de una competición, denominada European Premier League, con una inversión inicial de 6.000 millones de dólares (5.105 millones de euros).

La entidad financiera JP Morgan estaría valorando asegurar la financiación necesaria para poner en marcha la nueva competición. Otras entidades financieras también estarían en conversaciones para aportar el capital necesario en el nuevo proyecto, con la previsión de que la inversión se cubra a través de la venta de derechos televisivos. Liverpool y Manchester United serían dos de los líderes del plan después de que su proyecto para revolucionar el negocio del fútbol inglés no fructificara. Ambos clubes apostaban por ofrecer más dinero a los clubes profesionales más modestos a cambio de reducir los equipos participantes en la Premier y eliminar los torneos coperos.

Seguidamente a tan importante anuncio, el exdirigente culé ha explicado que "hoy mismo hemos aceptado también la participación del Barça en el nuevo modelo del Mundial de Clubes" que plantea la Fifa, con 24 equipos de los cinco continentes que se enfrentarían entre sí cada cuatro años. El regulador mundial del fútbol, por su parte, se desmarcaba días atrás de estos movimientos que se estarían realizando al margen de la Uefa.

Pero la decisión que más puede afectar al futuro de la entidad barcelonista es la de ser club fundador de la Superliga europea. Una competición sobre la que se lleva rumoreando mucho tiempo, y quizá esta noche, Bartomeu, ha puesto la primera piedra para darle forma real. El proyecto parte del control que tienen las cinco grandes ligas sobre el fútbol europeo. Cinco competiciones nacionales controlan el 75% del mercado europeo, y eso, algunos clubes, creen que se debería hacer notar.

Por ello, a finales de 2018, Andrea Agnelli, presidente de la Juventus y de la Asociación Europea de Clubes (ECA) dejaba clara la necesidad de una profunda renovación de la gestión de este deporte a nivel profesional. “Somos los únicos que asumimos riesgos; antes valía lo de que esto es un juego, pero ahora es un negocio y hay que tenerlo en cuenta”, advirtió en una intervención en la que dejó claro que ellos no podían quedarse fuera de la toma de decisiones, hasta ahora muy controlada por las federaciones nacionales.

Los nuevos planes se desconocen, pero en el pasado los grandes clubes tuvieron un gran aliado en esta aventura incierta: Relevent Sports. Esta agencia estadounidense se ha ganado la confianza de la industria del fútbol gracias a convertir en un negocio para ellos las giras estivales con la International Champions Cup (ICC). La compañía estaba dispuesta a garantizar a dichos clubes 500 millones de euros adicionales en premios respecto a los que actualmente les reparte la Uefa Champions League. Todo ello, claro, antes de la llegada de la pandemia y la crisis de la Covid-19.

En ese proyecto, el Barça debía contar con una parte importante del pastel del negocio. En concreto, iba a controlar un paquete del 17,6% en el accionariado de la Superliga, el doble en comparación con el 8,29% del Bayern de Múnich, por ejemplo. Los otros ocho dueños debían ser los siguientes: Real Madrid, Manchester United y City, Juventus, Chelsea, Arsenal, Paris Saint-Germain (PSG), Liverpool y AC Milan. A estos once clubes, que tendrían billete siempre, les acompañarían otros equipos mediante invitación por su impacto mediático y deportivo. Ahí entrarían en juego el Atlético de Madrid, el Borussia Dortmund o el Inter de Milán, y clubes de mercados geográficos estratégicos como Holanda, Rusia o Turquía.

El factor que más ha acelerado la petición de cambios y estabilidad para la élite es la necesidad de facturar y las diferentes velocidades a las que navegan las ligas nacionales, que, por ejemplo, pueden suponer un hándicap para PSG o Juventus respecto a Madrid o United. “Hay que tener una visión europea y no sólo pensar en el mercado nacional de cada uno; el principal motivo de la polarización y la brecha financiera entre clubes europeos son las cinco grandes ligas europeas”, destacaba en junio de 2019 Agnelli, miembro de la familia propietaria de Fiat y la Juventus.

Una declaración meditada, que pretendía ser la base argumental para que la futura pirámide del fútbol europeo parta de una gran competición internacional y no se construya sobre las ligas nacionales. Un modelo que la Uefa ha abrazado parcialmente, consciente de que debe mover ficha para evitar que los clubes creen su propio negocio de forma unilateral.

La propuesta de máximos de la ECA, presentada en marzo de 2019, contemplaba que la Champions League fuera un torneo prácticamente cerrado y reservado a los 24 equipos más importantes e históricos de Europa, mientras que el resto quedaba relegado a disputar los dos torneos inferiores, la Europa League y la Europa Conference League, que debutará en 2021. Estos tres niveles serían los pilares de un sistema paneuropeo que, a su modo de ver, garantizaría una mejor redistribución de los ingresos para recortar la brecha respecto a las denominadas big-5.

En concreto, la Champions League tendría 32 participantes, de los que sólo ocho tendrían plaza en función de sus resultados deportivos el curso anterior. Eso sí, cuatro accederían por su desempeño en la Europa League y otros cuatro accederían a través de un play off en el que competirían los ganadores de los campeonatos nacionales que no tengan ya una de las 24 plazas fijas por su coeficiente histórico.

A su vez, la Europa League estaría integrada por otros 32 equipos, de los que 20 llegarían procedentes nuevamente de un play off entre los mejor clasificados de las ligas domésticas; el resto procederían de los descendidos de Champions (4), los ascensos de la Europa Conference League (4) y los cuatro mejor clasificados de la propia Europa League que no logren dar el salto. Por último, la tercera división europea la integrarían 64 equipos, todos procedentes de las ligas nacionales.

Ante la decisión del todavía Barça de Bartomeu, ya ha reaccionado, por ejemplo, Javier Tebas. El presidente de LaLiga ha calificado de “desafortunado” el paso dado por el club azulgrana como promotor de una competición “fantasma, que sería la ruina para el Barcelona y ratifica su ignorancia en la industria del fútbol. Triste final de un presidente que tuvo aciertos y, últimamente, errores”.

La infinidad de intereses cruzados hace que resulte casi imposible un cambio tan radical. Otra cuestión es que poco a poco se vayan dando pequeños pasos, como el hecho de que la ECA ahora sí esté presente en el comité ejecutivo de la Uefa o haya una empresa gestionada al 50% para tutelar el negocio de la Champions League. ¿Movimientos en el corto plazo? Karl-Heinz Rummenigge, presidente del Bayern de Múnich y una de las voces más respetadas, admitió a finales de marzo, con la pandemia del Covid-19 acechando a medio mundo, que hay que “afrontar este tipo de temas cuando hayamos superado la crisis”. “Eso sí, en cuanto a un aspecto estoy muy convencido: no existirá una Superliga en los próximos diez años; no importa qué tornillo se llegue a apretar o aflojar”, sentenció, sobre un cambio que situaría la transformación dentro de tres ciclos audiovisuales, tiempo suficiente para ir moldeando un nuevo escenario.

Esta postergación automática que se produce cada equis tiempo se debe a las concesiones que la Uefa acepta en cada ciclo, y el interrogante es hasta donde cederá a partir de 2024 para proteger la Champions League sin distorsionar el mapa actual, aumentar la brecha de ingresos existentes o dañar el negocio de los grandes clubes, que al final son el motor de su negocio. Y ahí le ha salido un importante competidor en los últimos meses con los renovados aires que han llegado a la Fifa.

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