GLP-1: ¿Amenaza para el fitness o nuevo ‘driver’ de captación de clientes?

El uso de medicamentos para adelgazar se ha disparado en España, donde el año pasado se vendieron 4,8 millones de envases. Su auge ofrece una oportunidad al sector del fitness a la hora de atraer población menos predispuesta a entrenar.

Sala fitness gimnasio Enjoy Wellness San Fernando

¿Perder peso en una cinta de correr o tomando pastillas? El avance de la ciencia y la industria farmacéutica han provocado que esta sea una pregunta cada vez más recurrente entre la población que padece sobrepeso, especialmente entre las personas con obesidad. Medicamentos como Ozempic, Wegovy, Mounjaro o Saxenda han adquirido fama mundial, en buena medida porque celebrities como Elon Musk o Kim Kardashian los han publicitado como “medicamentos milagro” para perder peso o estar en forma. Pero ¿hasta qué punto son beneficiosos para la salud? Y, no menos importante: ¿son un enemigo o un aliado del ejercicio físico?

Antes de entrar en materia conviene contextualizar la fiebre que viven estos productos. La obesidad continúa creciendo y la industria farmacéutica se ha consolidado como uno de los actores más activos en la respuesta a esta problemática. Sólo en España se vendieron 4,8 millones de envases de este tipo de productos en 2024, un 51% más que en 2023. Y la curva es cada vez más alcista: las ventas se han multiplicado por 25 desde 2019, cuando aterrizó en España el primero de estos productos. Seis años atrás, apenas se superaban las 182.000 unidades vendidas. 

El número de prescripciones de fármacos GLP-1 también ha crecido a escala global, con un incremento del 38% entre 2022 y 2024, según The increase in appetite for obesity drugs. El informe elaborado por JPMorgan Chase prevé que las terapias vinculadas a estos fármacos alcancen los 100.000 millones de dólares (86.500 millones de euros) en 2030. Mounjaro llegó al mercado español en julio de 2024, mientras que la comercialización de Wegovy se aprobó hace apenas un mes. 

El auge de estos productos responde a una problemática creciente: la alta prevalencia de obesidad, tanto en adultos como en niños. En 2020, el 55,8% de la población española adulta tenían exceso de peso: un 37,1% con sobrepeso y un 18,7% con obesidad, según el Ministerio de Sanidad. Y las previsiones de la Federación Mundial de la Obesidad apuntan a que en 2030 más de 24 millones de españoles podrían sufrir alguna patología de este tipo,  un problema que podría provocar una pérdida de 2,76 billones de dólares (2,39 billones de euros) en el PIB mundial en 2050 debido a su impacto en la productividad, según datos del McKinsey Health Institute. 

 

 

El potencial disruptivo de los GLP-1 se extiende mucho más allá de la simple reducción de peso. Su capacidad demostrada y potencial para reducir significativamente eventos cardiovasculares adversos mayores, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares han provocado que sea considerada como una posible “píldora de la inmortalidad”, según Welcome to the GLP-1 Revolution. El informe realizado por Havas realiza un retrato robot del consumidor medio de este tipo de productos: el 64% son varones, de una media de 37 años, mayoritariamente blancos y con educación superior. El 42%, además, vive en una gran ciudad. 

Estos medicamentos, que imitan el efecto de la hormona GLP-1, reducen el apetito, ralentizan la digestión y ayudan a controlar el nivel de azúcar en sangre, lo que se traduce en una notable pérdida de peso. El auge de estos tratamientos ha generado un intenso debate entre médicos del deporte y especialistas en obesidad, que coinciden en algunos de sus beneficios siempre que se ingieran bajo tutela médica. “Estos medicamentos pueden ahorrar intervenciones quirúrgicas muy importantes, tanto en adultos como en niños”, reconoce Manel González, jefe de medicina del deporte del Colegio Oficial de Médicos de Tarragona.

Los expertos consultados para este reportaje coinciden en que su uso debe ir acompañado de una estrategia integral que incluya ejercicio físico. “Si no se hace deporte, se puede perder músculo y, con ello, funcionalidad”, advierte González, que señala una de las principales diferencias entre estas dos vías para perder peso. “La actividad física implica una actitud activa por parte del individuo, mientras que tomar un medicamento es muy cómodo. El medicamento puede ser un aliado, pero el ejercicio es el otro fármaco necesario”. 

 

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Para Felipe Isidro, miembro del grupo de Valoración Morfofuncional de la Sociedad Española de Estudio de la Obesidad (Seedo), fármacos como Ozempic “no sustituyen el ejercicio, sino que lo potencian. Ningún fármaco reemplaza el ejercicio, que sigue siendo imprescindible y tiene que estar presente sí o sí para complementar la calidad de vida”. 

Ello no impide que Ozempic y otros productos similares puedan ejercer como un aliado para la actividad física, tanto a nivel físico como mental. “El 80% de los pacientes que toman estos productos tienen más adherencia y predisposición al ejercicio. Es gente que no se veía capaz de moverse por intolerancia al ejercicio, y a la que estos medicamentos les encaran a hacer ejercicio con más ganas y motivación”, asegura el catedrático en Educación Física. 

 

Mayor predisposición a invertir en el gimnasio y en ropa deportiva

El estudio de Havas, de hecho, va más allá y aporta datos acerca del elevado impacto que tiene GLP-1 en el estilo de vida de sus consumidores. El 51% de los usuarios reconocen que aumentarán el gasto en el gimnasio o salud, frente al 16% de las personas que aseguran que no toman estos medicamentos. Los mismos porcentajes se repiten cuando se les pregunta acerca de su inversión en ropa deportiva. Pero no son las únicas partidas de gastos que aumentan: la pérdida de peso, a través de estos medicamentos, propicia que las personas quieran invertir más en moda -41%, frente al 17% de los no usuarios- y en vacaciones o viajar -39% frente al 17%-. 

El impacto no sólo se refleja en sus bolsillos, sino en su mentalidad: un 83% de los consumidores afirman tener más energía, más del doble de la población obesa que no ingiere estos productos. También se sienten mejor que nunca -77% frente al 36%-, se sienten más sanos -75% a 59%- y mejoran significativamente otros aspectos como la confianza -82% a 65%-, se sienten más atractivos -74% a 53%- y tienen mejores perspectivas sobre su futuro -65% a 40%-. 

 

Beneficios parciales que pueden fomentar el cambio de hábitos

Pese a convertirse en un elemento de ayuda, el experto de Seedo considera que “el beneficio del fármaco es parcial, sólo mejora un 25% de la salud”. Para optar al resto, insiste, es necesario cambiar otras rutinas poco saludables. “Estos medicamentos deben ser un puente hacia el cambio de hábitos, no una solución crónica. Lo ideal sería que el paciente pierda peso graso, aprenda un estilo de vida saludable y acabe dejando el medicamento”, añade. Isidro, además, incide en otro beneficio de este tipo de fármacos: “Cortan vías de recompensa negativas, como el exceso de comida, alcohol, tabaco o drogas. Al generar saciedad, se consumen menos este tipo de productos”.

Una tesis que reafirma con datos el informe de Havas: el 43% de las personas que toman estos medicamentos bebe menos bebidas azucaradas (frente al 27% de las que no los toman). También se reducen los consumos de cerveza -35% a 22%- y de otras bebidas alcohólicas -33% a 22%-. En contraste, beben más agua -71% a 54%-, bebidas proteicas -46% a 18%- y leche -32% a 15%-. También mejoran otros hábitos alimentarios: el 50% afirma que reducen la ingesta de dulces -frente al 33% de los no consumidores de GLP-1-; una tendencia que se repite en el consumo de patatas fritas -del 47% al 24%-. En cambio, suben otras categorías de alimentos más saludables: vegetales -70% frente al 40%-, comida orgánica -53% al 19%-. 

Javier Butragueño, doctor en Ciencias de la Actividad Física y fundador de Obesity Management School, refuerza esa visión: “Estos fármacos facilitan el movimiento y pueden ser la chispa para iniciar un cambio. Al ayudar a reducir el peso puede contribuir a facilitar que alguien que no podía subir las escaleras sin agotarse ahora pueda hacerlo con más facilidad. Eso nos da una ventana de oportunidad muy buena para comenzar a entrenar, porque el peso ya no será el problema central para realizar ejercicio. Eso sí, si no se cambia el estilo de vida, hay riesgo de efecto rebote. 

Para él, el fármaco mejora el entorno metabólico y “puede convertirse en un aliado del ejercicio físico”, pero no sustituye la necesidad de entrenar fuerza y mantener una dieta saludable. “El paciente tiene que entender el motivo por el que se debe entrenar desde el día uno, o incluso antes del propio tratamiento. Si no se le enseña correctamente lo que hay que hacer, puede creer que con perder peso es suficiente, y por tanto no encontrará motivos para entrenar”, alerta Butragueño. “Las personas que toman estos medicamentos quedan con baja vitalidad por baja función mitocondrial, que solo se mejora con ejercicio, sobre todo cardiovascular”, retoma Isidro. 

El fundador de Obesity Management School considera que el uso de estos productos “se debe entender como una oportunidad única, donde debemos incluir todo un tratamiento integral. El fármaco regula los sistemas que están desregulados pero no los entrena o los prepara a largo plazo. Eso sólo lo hace la alimentación y el ejercicio: tenemos que sumar ejercicio de fuerza para encontrar mejoras muy interesantes e intentar que la masa muscular se preserve todo lo posible”.

Para ello, coinciden los expertos, es “fundamental” generar adherencia en el entrenamiento. En este contexto, varias administraciones autonómicas ya trabajan en integrar la receta deportiva con los tratamientos médicos. En palabras de González, “el Departamento de Salud y el de Deportes en Cataluña están impulsando programas adaptados para personas con obesidad, tanto en centros públicos como privados”. Una medida con la que reclama que se consiga que los médicos puedan realizar programas conjuntos con centros deportivos adaptados a este tipo de usuarios. Es algo que en Estados Unidos ya ocurre en los centros deportivos de Equinox, que ha lanzado un "protocolo GLP-1", un programa de entrenamiento personal para ayudar a los usuarios de GLP-1 a preservar la masa muscular.

Los expertos coinciden en que el crecimiento del mercado de fármacos para la obesidad debe ir de la mano de una mayor colaboración entre médicos, entrenadores y centros deportivos. “No se trata solo de perder kilos, sino de transformar el abordaje clínico del sobrepeso y convertirlo en una oportunidad para cambiar hábitos de forma sostenible”, resume Butragueño. ¿El futuro? La tendencia parece clara: más fármacos, pero también más ejercicio. “Estamos en el minuto 1 del partido, en unos años veremos medicamentos más potentes, pero el reto sigue siendo el mismo: mantener masa y función muscular”, concluye Isidro. 

 


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