Con la llegada del verano, es habitual que muchos atletas amateurs abandonen la rutina deportiva que realizan durante el año. Las vacaciones traen consigo viajes que pueden alterar los hábitos alimenticios y de ocio, a menudo provocando que el ejercicio físico desaparezca del día a día. La desconexión puede parecer merecida, pero tiene consecuencias, sobre todo si coincide con una lesión. En esos casos, la tentación de optar por el reposo absoluto es alta, pero no es la mejor receta para recuperarse.
El mejor ejemplo lo dan los deportistas profesionales. Cuando sufren una lesión, no mejoran encadenando semanas sin actividad, sino que en cuanto es posible vuelven al gimnasio o a centros de rehabilitación, donde realizan rutinas específicas y bajo seguimiento médico. No se trata solo de volver a competir cuanto antes. Se trata de cuidar la musculatura, mantener la movilidad y preservar la salud física y mental. A eso se le llama recuperación activa, y no la practican exclusivamente los atletas de élite, sino que es clave para cualquiera que practique deporte, con independencia de su nivel.
¿Qué es la recuperación activa?
“La recuperación activa tras una lesión es, básicamente, evitar el reposo absoluto, realizar ejercicios dirigidos y de la intensidad adecuada para recuperarse mejor y de forma más rápida”, explica la Doctora Rebeca García, traumatóloga del Centro Médico Quirónprevención El Sardinero en Santander.
Este enfoque no busca ignorar el daño, sino adaptar la actividad física a la situación concreta del paciente. Tanto si se es deportista profesional como aficionado, la recuperación activa ayuda a evitar complicaciones como la pérdida de masa muscular, la rigidez articular y el aumento de peso. Además, favorece el bienestar mental, al mantener rutinas y fomentar el progreso diario.
“El profesional sanitario conoce los tiempos de curación de la lesión, lo que implica que con el ejercicio no vamos a generar una mayor inflamación, causar un dolor persistente o retrasar la recuperación”, añade Elena García, fisioterapeuta y jefa del servicio de Rehabilitación de Policlínica Gipuzkoa, centro que celebra este año su 50º aniversario. Por ello, es importante acudir a los profesionales de la salud en el momento en el se sufre la lesión o dolencia específica para poder preparar un tratamiento individualizado que tenga en cuenta la gravedad de la misma, su tipología, la edad del paciente, el nivel de actividad previo… El seguimiento médico es fundamental en todas las fases de la recuperación y acelerar sin supervisión puede ser contraproducente.
El riesgo de abrazar el sedentarismo
Ante cualquier contratiempo físico, una de las decisiones más habituales es frenar la actividad del todo. Si bien el reposo absoluto puede parecer muy aconsejable en algunos casos, en la mayoría de las ocasiones sus efectos acaban siendo más perjudiciales que la propia lesión inicial. Por ejemplo, reposar en exceso genera una pérdida de masa muscular que, en consecuencia, provoca “que la rehabilitación sea más lenta e incluso, en algunos casos, generar más fuentes de dolor”, señala la doctora de Quirónprevención, servicio de prevención médica de la Real Federación Española de Vela.
La rigidez articular es otra de las consecuencias más comunes. La falta de movimiento favorece que las articulaciones se vuelvan menos funcionales, lo que complica la recuperación. Por otro lado, hay que tener en cuenta que mantener la misma dieta que en los períodos de mayor actividad física va a comportar un aumento de peso. Si no se ajusta el gasto calórico, se puede generar un sobrepeso que acabará agravando las dolencias o incluso generando nuevas.
Tampoco se puede desdeñar el impacto psicológico que supone abandonar la actividad y dejar de hacer todas las rutinas e incumplir los objetivos deportivos establecidos. Posteriormente, retomar el deporte tras semanas de inactividad puede generar frustración por no rendir como antes. Asimismo, a ello hay que sumarle todos los riesgos que también conlleva el sedentarismo: “aumento de peso, mayor riesgo cardiovascular…”, recuerda la fisioterapeuta y jefa del servicio de Rehabilitación de Policlínica Gipuzkoa, Servicio Médico Oficial de la Real Sociedad desde 2010.
Rutinas suaves, pero constantes
Frente a este panorama, la solución no es ignorar el dolor o forzar el cuerpo, sino moverse de forma adaptada. “La recomendación más importante es que esté supervisado por un profesional sanitario para empezar lo antes posible sin poner en riesgo la recuperación”, apunta Elena García.
Por su parte, la traumatóloga de Quirónprevención El Sardinero indica que “se suele recomendar hacer una actividad diaria suave, con ejercicios específicos para cada lesión, aumentando de forma progresiva la intensidad, con periodos de descanso adecuados y siempre viendo cómo reacciona el cuerpo”.
Esto implica ejercicios específicos y de bajo impacto según la lesión, incrementar progresivamente la intensidad, medir los períodos de descanso o escuchar el cuerpo para evitar recaídas, entre otros aspectos. Los profesionales de Quirónsalud insisten en resolver dudas habituales de los pacientes, como qué tipo de ejercicios pueden realizar, si deben sentir dolor, y cuándo es seguro subir la carga.
“Realizar ejercicio físico de forma habitual es importante para la salud, para mantener una buena movilidad articular, no perder masa muscular, tener una buena capacidad aeróbica y evitar el aumento de peso. Por eso, tras una lesión es mejor adaptar la actividad a lo que la lesión nos permite hacer que parar de golpe”, concluye la doctora Rebeca García. En definitiva, no hay mejor remedio que mantener el cuerpo siempre en movimiento y seguir avanzando. Ya sea en el deporte de élite o para el atleta popular, el reposo absoluto no es un aliado.