Publicidad

El dictamen no vinculante respalda el derecho de la Uefa a aprobar la creación de nuevas competiciones, pero deja abierta la opción de la Superliga de formarse fuera del sistema.

La Uefa no es un gobierno, ni tiene la exclusividad sobre un negocio. Ahora bien, ser actor clave en la regulación y explotación del sistema le ha permitido construir una corporación privada sobre la que hoy descansan las bases de esta industria en Europa, y el cual apoyan ligas nacionales y una parte importante de los clubes. Es decir, que no tiene la exclusiva del fútbol y cualquiera puede montar su propio negocio. Como en Estados Unidos, donde en el soccer conviven la MLS y la USL como estructuras paralelas de fútbol profesional.

No es un coto cerrado, aunque parezca claro que los pros de empezar de cero no son tantos como los contras de hacerlo. Y ahí reside un punto clave de todo este caso, que veremos si es de misma interpretación para los jueces. Porque Real Madrid, FC Barcelona y Juventus sí pueden crear su propia competición al margen de la Uefa; lo único que el informe dice es que parece razonable que las otras organizaciones privadas que organizan torneos, sea Uefa, Fifa o ligas nacionales, tienen derecho a expulsar a aquellos miembros que no defiendan sus mismos intereses.

Y eso rompe cualquier plan de negocio que hable de miles de millones. Los clubes ingleses ya dejaron claro que no harán nada que ponga en peligro su plaza en la Premier League, y el proyecto que hoy representa Bernd Reichart ya nació huérfano en Francia y Alemania. Pocos visos de gran facturación pueden proyectarse para una competición sin presencia en los tres grandes mercados audiovisuales de Europa.

En concreto, es en el punto 107 del informe en el que el abogado general Athanasios Rantos resume: “La voluntad de la ESLC (Superliga) no es crear una «verdadera» liga independiente cerrada (breakaway league), sino poner en marcha una competición que compita con la de la UEFA en el segmento más lucrativo del mercado de la organización de competiciones futbolísticas europeas, sin dejar por ello de formar parte del ecosistema de la UEFA, participando en algunas de esas competiciones (y, en particular, en los campeonatos nacionales). En otros términos, parece que los clubes fundadores de la ESLC pretenden disfrutar de los derechos y ventajas vinculados a la pertenencia a la UEFA, sin quedar, no obstante, vinculados por las normas y las obligaciones de esta”.

Y sigue: “Desde el punto de vista del Derecho de la competencia, no puede reprocharse a una empresa (o a una asociación de empresas como la UEFA) que intente proteger sus propios intereses económicos”, por lo que avala que sí se blinde mediante autorizaciones previas para avalar torneos dentro de su sistema.

Y esa es la clave de todo. La interpretación del abogado no es que Uefa tiene el monopolio del fútbol profesional, sino que es la compañía privada que ha sabido crear una corporación de filiales (federaciones) con un modelo de negocio que convence a la mayoría de ligas y clubes a ser socios del proyecto (Champions League, ligas nacionales que dan acceso a la misma). Quien quiera participar ahí, debe cumplir las normas de acceso, igual que en cualquier otra cooperativa o asociación. Quien no, puede intentar montar de cero su propio producto, como en su día Euroliga, que orgánicamente no depende ni de Fiba ni sus plazas están conectadas a lo que sucede en ligas nacionales. En su caso, el baloncesto optó por no sancionar a sus clubes.

Dicho todo esto, el informe abre dos puertas a cualquiera que sí se atreva a crear una start up de promoción de torneos en el fútbol. No puede usarse a los futbolistas como arma de presión, por lo que hoy una veintena de clubes -o los que sean- podrían coger las maletas, dejar sus ligas y crear su propia competición con los mejores jugadores del mundo si estos también lo quieren. A priori, eso ya no les podrá privar de jugar con sus selecciones, que hoy era una de las palancas fuertes de Fifa y Uefa para amenazar todo intento de rebelión.

Es decir, que se impone seducir desde lo atractivo y no desde el miedo. A22, la agencia propietaria de la Superliga, ya ha intentado sortear dos obstáculos que hacían que los argumentos del abogado de la UE dieran validez al veto de Uefa, como son la renuncia al modelo cerrado y el compromiso de solidaridad con el conjunto del sistema. Son dos puntales del “modelo deportivo europeo” al que el documento se refiere en numerosas ocasiones y sobre el que se apoya la defensa del “interés legítimo”. Su problema ahora que, si lo que promueve es una mera reforma de formato de los torneos actuales, Uefa, ligas y ECA (más de 240 clubes) ya han dicho que no lo consideran interlocutor válido.

Publicidad

Publicidad