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A la hora de intentar cuantificar los efectos de la pandemia en la industria se suele mirar a los ingresos por abonados y ventas de entradas. Sin embargo, el hueco que dejan los estadios vacíos a los presupuestos va muchos más allá.

A la hora de intentar cuantificar los efectos de la pandemia en la industria se suele mirar a los ingresos por abonados y ventas de entradas. Sin embargo, el hueco que dejan los estadios vacíos a los presupuestos va muchos más allá, hay cientos de camisetas que se han quedado sin vender en tiendas acostumbradas a tener picos de facturación cada vez que hay partido en casa. O comidas y bebidas que se han quedado estancadas en bares que tienen casi 12 meses sin abrir. Decenas de patrocinadores locales que, sin activaciones en el día de partido, se han retirado. ¡Hasta la ventaja deportiva del jugar en casa ha disminuido!

Los aficionados han tenido que cambiar sus asientos en los estadios por el sofá de casa, donde las bondades de una retransmisión televisiva cada vez más avanzadas ayudan a mitigar el efecto, pero no compensan la necesidad básica que se satisfacía al asistir al estadio: el pertenecer a una tribu. Hoy la tecnología ofrece decenas de opciones para mantener activa esa comunidad, pero el epicentro sigue estando donde siempre lo ha estado: en el estadio, sin pantallas de por medio.

No hay ninguna duda, hay un reducto de abonados de fe inquebrantable que volverán sin pensarlo dos veces cuando las puertas vuelvan a abrirse. Pero para llenar un estadio hace falta ir mucho más allá y ser capaz de convocar también a aquellos que tienen un vínculo emocional menos fuerte y que su motivación para asistir estaba más ligada a la oferta de entretenimiento.

Reconectar a esa tribu y reconstruir la oferta de ocio serán dos retos que ya eran complicados antes de pandemia y que ahora serán aún más difíciles de alcanzar. Dentro de cualquier equipo titular, pasará a ser fundamental tener una buena estrategia de ticketing, entendiendo el término en toda su transversalidad: desde la planificación comercial, los canales de venta y la estrategia de precios, hasta el último detalle que ayude a mejorar la experiencia en el estadio.

En juego estará mucho más que los ingresos de las líneas de negocio de hospitality, abonos o entradas. Con un estadio lleno se reactivarían el circulo virtuoso, las líneas de negocio vinculadas y el valor de muchos otros activos. El deporte volvería a ser capaz de satisfacer esa necesidad de pertenencia que solo se logra en un estadio. Sin tribu no hay party.

 

Daniel Prat

Consultor de ticketing y miembro de la Asociación Española de Ticketing.

 

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