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Creo que estas son las líneas que me costarán más en mi vida profesional, y quizás puede que también me cueste algún amigo y amiga.

No voy a valorar la punibilidad penal o no del beso de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso, porque serán los juzgados quienes tengan que hacerlo. A estas horas, el hecho se ha politizado como tristemente pasa con todo en esta gran nación de naciones, y tenemos gente significativamente de izquierdas -que incluso han sido criticados por ello- siendo estandarte de la derecha recalcitrante. Porque conviene, si es para hablar de lo mío. Lo que no se vea en España, difícilmente se puede ver en cualquier otro sitio. Me recuerda la intro de “Hong Kong” de C. Tangana y Andrés Calamaro.

Vengo a hablar de honor y dignidad.

Al deporte se le presupone un conjunto de valores, que si son inculcados desde pequeños en su conjunto llegan a ser más valiosos para la vida que cualquier educación reglada. Trabajo en equipo, resiliencia, competencia limpia y justa, dignidad en la victoria y en la derrota…

Pero eso parece que siempre es aplicable en el campo de juego, y ciertamente más presente en el deporte aficionado. En el deporte de alto nivel y profesional, que son los baluartes de la industria deportiva en general, cada vez va menos de esos valores y más de alto rendimiento. Un alto rendimiento enfocado en la productividad económica, que a su vez otorga cuotas de poder.

En el fondo, de todo esto va esta vaina. Y es penoso, y peligroso.

He de aclarar que soy orgullosamente capitalista, y más en lo que concierne a esta industria porque sin capacidad productiva, no hay desarrollo ni crecimiento, y no se puede ensanchar la base para que el deporte sea un agente de cambio real. Te puedes ganar la vida muy bien, sí; pero hay que construir para que los que vengan después puedan hacer más cosas y mejores cosas.

Tenemos una responsabilidad como dirigentes, empresarios, ejecutivos, y participantes de la industria y la sociedad, lo mínimo que se espera de nosotros es que seamos dignos de estar donde estemos y de poder formar parte del todo. Ser digno es, según la R.A.E., tener la cualidad de ser merecedor de algo, o que sea correspondiente o proporcionado al mérito y condición de alguien o algo.

Es decir, que mientras más altos en la jerarquía dentro de las empresas, las instituciones y la sociedad, más méritos y condiciones para ostentar dichos puestos se nos presuponen. Pero como todo en el ámbito de lo público y privado, además de serlo hay que parecerlo. Debemos estar a la altura.

Tenemos una responsabilidad como dirigentes, empresarios, ejecutivos, y participantes de la industria y la sociedad

El comportamiento del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, no ha sido digno del cargo que ostenta. Y el halo de una presidencia no lo define el salario, que en este caso me parece una remuneración adecuada porque está ligada a la productividad de la federación; por eso las coletillas respecto del salario me parecen bajunas y que buscan enfrentar siempre a las clases. El halo de prestigio de cualquier posición, lo define el impacto institucional y social de la entidad que se representa.

El comportamiento de Luis Rubiales no fue digno de un presidente, y mucho menos de alguien cuyo cometido es el impulso de la práctica deportiva y sus valores. Ni en el palco ante S.M. la Reina Doña Letizia y S.A.R. la Infanta Doña Sofía, ni en el terreno en Sídney en el momento de la premiación con el beso a Jennifer Hermoso, ni en las declaraciones inmediatamente posteriores, ni en el vestuario con el equipo intentando quitar hierro al asunto y, por supuesto, tampoco lo fueron en su comparecencia ante la Asamblea de la RFEF el viernes 25 de agosto. Además, la efusividad a la que ha hecho referencia (recuerda a eso de “campechanía”), ejerciendo dicha efusividad sobre una mujer, le hace un flaco favor a nuestra sociedad, y en especial a las nuevas generaciones de mujeres libres que necesitamos, entre ellas sus hijas y mis hijas.

Pero, aunque se está haciendo causa generalizada -con mucho humo y espejos-, mi punto de vista es claro: ni que el beso hubiese sido consentido, es algo impropio del cargo y la dignidad que se le presupone al presidente de una de las federaciones de fútbol más importantes del mundo, en el momento cumbre de dicha federación, fue vulnerada y por eso amerita la reprobación pública, y creo que Luis Rubiales debió poner su cargo a disposición de la Asamblea y los organismos supranacionales que le controlan (dícese, UEFA y FIFA) el mismo lunes al aterrizar en Madrid.

Es más, una dimisión en tiempo y forma ante la pobre imagen ofrecida el domingo 20 de agosto, no es que hubiese resarcido del todo la imagen de la institución, pero hubiese mitigado el daño que hoy vemos y hubiese devuelto la dignidad al despacho, que tiene (o tenía) por delante grandes conquistas para el beneficio del país.

Y ese es el problema de las causas generales en los tiempos que corren, que obligan a emplear una estrategia defensiva a aquel que siente que sus derechos también están siendo vulnerados. Luis Rubiales tiene todo el derecho de defenderse, y visto el despliegue de artificios (recuerdo que todavía las instancias judiciales no se han pronunciado en nada…solo estamentos políticos y mediáticos), tiene la obligación de hacerlo. Aunque la estrategia y la puesta en escena sea tan errónea lo acontecido el domingo 20, ha hecho de esta causa general la mecha con la que es capaz de hacer arder a la federación que representa, y con ello todo el trabajo hecho y las carreras de muchos profesionales de valía, muchos de los cuales conozco y he trabajado proyectos a su lado.

Luis, te equivocas. Porque no hay solución satisfactoria posible, si lo que queda es un edificio humeante ante el destrozo moral y ético de la federación.

Una dimisión en tiempo y forma, no es que hubiese resarcido del todo la imagen de la institución, pero hubiese mitigado el daño 

El liderazgo de personas, sobre todo en el ámbito profesional, conlleva una gran responsabilidad. Los líderes y lideresas no son solo responsables del buen funcionamiento de los equipos de trabajo, sino que además tienen un impacto directo en el bienestar de sus subordinados y sus familias. Como hombre, padre, y empresario, nunca se me ha pedido la perfección, pero si se espera que me comporte con honorabilidad y dignidad. Y ante las equivocaciones, lo honesto es dar la cara y reconocerlo.

Sobre todo, un buen líder es aquel que protege a toda costa a aquellos que tiene el honor de dirigir. Cuando pensaba que ya podía haber visto todo el esperpento, van los dos seleccionadores absolutos, el masculino y el femenino, y se coronan. Pobres líderes que solo defienden su posición, y no protegen a su equipo…sobre todo ante una situación tan deshonrosa y compleja. El respeto, como los galones, se ganan porque cuando se otorgan a dedo al liderazgo se les ven las costuras a las primeras de cambio.

Creo que es una suerte que cada vez más haya conciencia social respecto del comportamiento debido, y en especial en materia de igualdad. Además, como padre de niñas he aprovechado esta situación para explicarle a mis hijas porque escucharon en la TV esta semana tantas veces la palabra “sexual”, y explicarles en que consiste el consentimiento. También para explicarles que, si no hay consentimiento por ambas partes por igual, hay consecuencias para quien infringe y éste o ésta, pueden terminar en la cárcel. Porque quiero que mis hijas no sean víctimas, pero tampoco quiero que sean perpetradoras.

Pero también pienso que hacemos un daño irreparable a las causas nobles y legales, si vamos siempre a golpe de timón mediático. ¿Seguiremos hablando de este caso y el debido proceso judicial, en un mes cuando arranquen los debates de investidura para el Gobierno de la nación? O pasará como con la Guerra de Ucrania, el caso Dani Alves, las decenas de manadas, etc. La muletilla de que la actualidad manda es engañosa, porque siempre manda según los intereses o las carencias de contenido del cuarto poder del estado. Siempre hemos sabido que agosto es un mes “flojo”, y que llevando tres jornadas de liga de fútbol hay poco que contar todavía.

Ojalá cosas como estas no vuelvan a suceder jamás. Pero visto que, aunque la evidencia de tan bochornoso comportamiento es incontrovertible, y que aun así se haya instalado un debate tan divisivo en la sociedad, es evidente que nos queda mucho, mucho, mucho por educar, denunciar, y cambiar. Eso sí, que esto sirva de aviso a navegantes para toda la dirigencia deportiva y empresarial. Ciertamente, #SeAcabó.

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