
Según un estudio de la Universidad de Málaga, cerca del 30% de la población experimenta algún tipo de malestar emocional tras el regreso de las vacaciones.Y es aquí donde la actividad física emerge como una de las mejores terapias.
Volver de vacaciones puede ser un verdadero desafío emocional. Después de días de desconexión, de vivir a un ritmo diferente, la realidad de la oficina o la rutina diaria puede golpearnos con una fuerza inesperada. Ese bajón, que muchos conocemos como "depresión posvacacional", no es un simple capricho, sino un fenómeno que afecta a un número considerable de personas. La buena noticia es que no estamos indefensos ante él; hay un arma poderosa, efectiva y, sobre todo, placentera para combatirlo: el deporte.
Según un estudio de la Universidad de Málaga, cerca del 30% de la población experimenta algún tipo de malestar emocional tras el regreso de las vacaciones. Es una sensación de tristeza y desánimo que puede paralizarnos si no la enfrentamos a tiempo. Y es aquí donde la actividad física emerge como una de las mejores terapias. Cada zancada, cada levantamiento de peso o cada estiramiento de yoga libera endorfinas, las famosas "hormonas de la felicidad", que actúan como un potente antidepresivo natural, elevando nuestro estado de ánimo y reduciendo los niveles de estrés. Es un mecanismo biológico que nos ayuda a recuperar el equilibrio emocional perdido.
Cuerpo en movimiento, mente en calma
Pero el impacto del deporte va mucho más allá de lo puramente físico. Daniel Maté, psicólogo y entrenador deportivo, lo resume perfectamente: "El ejercicio regular actúa como un potente antidepresivo, ya que mejora la salud física y mental, facilitando la adaptación a los cambios y desafíos cotidianos". Al centrarnos en una actividad, le damos un respiro a nuestra mente, que a menudo se encuentra abrumada por la lista de tareas pendientes. Es un recordatorio tangible de que cuidar nuestra salud mental es tan fundamental como cuidar la física.
Lo mejor de todo es que no se necesita ser un atleta de élite para empezar. Las opciones son infinitas: desde una caminata enérgica por el parque, una clase de yoga o pilates, hasta unirse a un equipo de fútbol amateur. De hecho, optar por deportes en grupo puede ser especialmente beneficioso. La conexión social que se genera al compartir una actividad física no solo nos motiva a ser constantes, sino que también nos ayuda a combatir el aislamiento que muchos sienten al regresar a la rutina. Romper la burbuja de la soledad y reconectar con otros a través del movimiento es una de las medicinas más efectivas.
Establecer una rutina, recuperar el control
En ese torbellino de emociones posvacacionales, establecer una rutina deportiva es clave. Programar sesiones de ejercicio nos devuelve un sentido de estructura y control sobre nuestros días. Tener un plan, una meta simple —ya sea correr un kilómetro más o aprender una nueva postura—, se convierte en un ancla en medio de la incertidumbre. Cada pequeño logro deportivo, por insignificante que parezca, contribuye a un aumento significativo en nuestra autofianza, un ingrediente esencial para enfrentar la vuelta a la normalidad.
No obstante, es importante recordar que el deporte es una pieza del rompecabezas, no la solución mágica. Su poder se magnifica cuando se complementa con otros hábitos saludables, como una alimentación equilibrada y un descanso adecuado. Y, por supuesto, si el malestar emocional persiste, buscar el apoyo de un profesional de la salud es la decisión más responsable y valiente que se puede tomar.
Integrar el deporte en nuestra vida diaria tras las vacaciones es más que un simple hábito saludable; es una poderosa estrategia para cuidar nuestro bienestar mental. Así que, la próxima vez que sientas ese bajón, no te quedes quieto. Sal a correr, baila, pedalea. Redescubre la alegría en el movimiento. No solo estarás combatiendo la tristeza posvacacional, sino que estarás dando un paso firme hacia una vida más equilibrada y feliz.