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La carrera deportiva de un atleta profesional tiene un recorrido limitado, que acaba antes o después pero casi siempre con más de media vida por delante una vez las luces se apagan. Hasta no hace mucho, ese momento marcaba el punto y final de una actividad pública y competitiva para la mayoría de atletas profesionales, entrando en una fase en la que serían más conocidos por su pasado que por su presente.

Sin embargo, cada vez más, los deportistas de élite buscan encontrar su segunda carrera en el mundo empresarial, donde la persecución de oportunidades como la inversión en el mundo de los start-ups o esports están desbancando a las inversiones tradicionales en el sector inmobiliario, restaurantes, etcétera.

Concretamente en el mundo de las inversiones en start-ups, uno de los últimos casos de éxito fue la apuesta de Kobe Bryant por Body Armor, en la que invirtió 6 millones de dólares en sus inicios. Tras la venta de la marca de bebidas a Coca-Cola, su participación se valoró en unos 400 millones de dólares (según fuentes públicas), cantidad que supone más dinero del que la gran mayoría de deportistas gana en toda su carrera profesional. Por supuesto, éste es un ejemplo de un éxito, pero incluso los inversores más exitosos tienen en su haber un buen número de inversiones con desenlaces no tan positivos.

Este es sólo un ejemplo más de una actividad en la que los atletas norteamericanos han sido pioneros. Magic Johnson fue, quizá, el precursor y “role model” para muchos atletas, sobretodo de la NBA, con la creación de Magic Johnson Enterprises poco después de retirarse hace ya 30 años, cuando fue diagnosticado con HIV. Después le han seguido muchos otros, que van desde Kevin Durant con Thirty Five Ventures (más de 42 inversiones) hasta Serena Williams, con su propio fondo de venture capital (para el que acaba de levantar más de $100M de inversores externos) y más de cuarenta participadas en cartera. Mención aparte para Andre Agassi, cuyo foco empresarial se ha centrado en el levantamiento de un fondo de inversión de impacto para la construcción de escuelas “chárter” por todo Estados Unidos (que proporcionan educación de alto nivel a decenas de miles de niños), o Lebron James, que está construyendo su propio imperio del entretenimiento con SpringHill Entertainment.

Entre los deportistas europeos, este tipo de actividad empresarial aún no está tan desarrollada. Hay algunos ejemplos como David Beckham o Gerard Piqué y sus iniciativas empresariales bajo el paraguas de Kosmos, pero Estados Unidos está claramente a la cabeza a pesar de que el futbol tenga una repercusión mundial mucho mayor que los deportes americanos.

Eso sí, la situación está cambiando: cada vez hablo con más atletas en Europa que buscan crear una actividad inversora o empresarial por la que sientan pasión, y miran hacia Estados Unidos como un modelo a seguir. Para todos ellos (y ellas), ahí van una serie de recomendaciones, tan válidas como las que puedan dar otras personas, tras varios años ayudando a deportistas profesionales a estructurar y ejecutar iniciativas empresariales y de impacto social fuera del campo.

 

  • Por encima de todo, hay que sentir pasión, sea educación, impacto social o la tecnología, porque requerirá un esfuerzo extra para aprender, relacionarse con gente, cometer errores y aprender de ellos. El motivo principal para empezar no ha de ser sólo ganar dinero (eso ya lo pueden hacer los gestores de patrimonio que trabajan para algunos de ellos), sino que ha de ser una identidad que tenga el potencial de sustituir a la identidad del deportista una vez la carrera deportiva acabe.
  • Hay que elegir bien el foco de las inversiones o actividad empresarial para destacar en él, como cuando Magic Johnson se convirtió en el nexo de unión entre las grandes empresas y las inner cities en Estados Unidos, y consiguió atraer Starbucks, Burger Kings y cines, entre otros, al centro de ciudades como Los Angeles. Es importante encontrar un nicho de mercado que sea auténtico, tan auténtico que sea casi único para ese atleta. Ha de ser una actividad en la que el deportista pueda crear una unfair advantage, o una ventaja con el resto de personas, deportistas o no, que se dediquen a ella (por conocimiento, contactos en el sector, posicionamiento de marca, nacionalidad o país de residencia, etc); Muchos atletas, como Kevin Durant o Serena Williams, consiguen entrar en rondas sobresuscritas y cerradas a fondos, porque tenerlos a ellos como inversores genera más atención mediática que cuando invierten los mejores fondos de inversión.
  • El atleta debe intentar trascender a la mera aportación económica que podría cubrir cualquier otro inversor. Kobe Bryant se despidió de la NBA con un recital de 60 puntos en el Staples Center y después con un discurso, visto por millones de personas de todo el mundo que acabó con el famoso “Mamba Out”. Alrededor del cuello llevaba una toalla donde se podía leer claramente BODYARMOR. Kobe, además, ayudó a reclutar a otros atletas para representar la marca, haciendo así que a los ojos del público en general BODYARMOR se acercará a la líder indiscutible del mercado: Gatorade. Cuando un atleta puede añadir valor a la empresa además de con su inversión y con su imagen, ese valor se puede pagar con mayor participación en la empresa, cash, etc. y la inversión así reduce el riesgo y el “upside” puede ser mucho mayor.

Por último y también tremendamente importante, y aunque pueda parecer una obviedad, hay que dimensionar el capital que se quiere destinar del patrimonio a este tipo de inversiones más estratégicas (donde la imagen del deportista juega un papel, a diferencia de inversiones puramente financieras). Las grandes victorias aparecen mucho en prensa, pero todos estos deportistas considerados inversores experimentados han sufrido pérdidas millonarias en inversiones que no han tenido tanto bombo. Y todos deben tener una cosa clara antes de arrancar: como en el terreno de juego, unas veces se gana y otras se pierde.

 

Ferran Prieto es managing partner, Everest Talent Management y CEO de Pau Gasol Enterprises.

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