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El país qatarí se ha situado en el centro de la polémica por las acusaciones hechas por organismos, como la UE o la ONU, que acusan a su Gobierno de no respetar los derechos humanos.

Han transcurrido ya 13 años desde que un 8 de agosto se inauguraron los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. A punto de adentrarnos en 2022, con su esperada Copa del Mundo en Qatar, parece que los derechos humanos reconocidos en un país, no conforman definitivamente una variable de ponderación en la elección de las sedes de estos eventos deportivos de faraónicas dimensiones.

Durante estas semanas, hemos oído hablar de una desconocida tenista, para gran parte del público, llamada Peng Shuai, la cual   acusó públicamente de abusos sexuales al ex viceprimer ministro Zhang Gaoli. El paradero de nuestra protagonista sigue siendo a día de hoy un enigma y, a pesar de la presión de multitud de organizaciones internacionales de derechos humanos, no parece que el gigante comunista vaya a ceder, en un alarde más de la opacidad por la que se caracteriza.

La situación de Shuai ha avivado aún más el debate que envuelve a la realización del Mundial en Qatar. Tengamos en cuenta que se trata de un país en el que los derechos humanos han sido analizados con lupa por organismo como Amnistía Internacional, acusando al emirato catarí de tener a los obreros que han realizado la construcción de los estadios en régimen de “esclavitud”. Las acusaciones de las pésimas condiciones de trabajo, salarios paupérrimos y dificultades para volver a sus casas, ya que la mayoría de países como Bangladesh, India y Nepal.

El panorama que refleja el día a día de estos migrantes junto al estado de los derechos de las mujeres y colectivos LGTBI, no ayudan mucho a la cúpula catarí a mejorar su imagen de cara al Mundial 2022.

 No parece que vaya a existir el “Boicot a Qatar”, que tanto se habla en petit comité por ávidos activistas, a los cuales se les comienza a acumular el trabajo con la situación de Shuai y los obreros que allí trabajan. Tampoco parece que, desgraciadamente, los futbolistas que conforman el Top 20 del Balón de Oro vayan a encabezar el soñado boicot por los activistas, pese a que sí hicieron un llamamiento al emirato para la mejora de las condiciones laborales. De este modo, todo apunta a que el balón rodará en Qatar, y a probablemente nos olvidemos de todo. Porque no hablamos sólo de fútbol, hablamos de un Mundial, y hoy será Qatar, y mañana otro país que no prime esos derechos humanos, pero como cantaba Queen … The Show Must Go On!

Artículo escrito por Diego Estrada Pérez, estudiante de Máster de Derecho Deportivo en la Universidad Europea

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