El cáncer de mama continúa siendo el tumor más diagnosticado en mujeres en España. El año pasado se detectaron más de 35.000 nuevos casos, según el Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer. Aunque la tasa de supervivencia se sitúa por encima del 80%, este desafío no termina con el alta médica. La recuperación física y emocional forma parte del proceso, y en esa etapa el ejercicio se ha convertido en un aliado imprescindible.
“El ejercicio no solo es compatible con el tratamiento del cáncer de mama, sino que es altamente recomendable”, explica la doctora Laura Basterretxea, jefa del Servicio de Oncología de Policlínica Gipuzkoa, perteneciente al Grupo Quirónsalud, que un año más vuelve a ser Proveedor Médico Oficial del Reto Pelayo Vida, uno de los mayores proyectos deportivos de sensibilización sobre la prevención del cáncer de la mujer a nivel internacional y que en su undécima edición llevará a cinco mujeres supervivientes de cáncer a vivir una experiencia de superación personal en uno de los entornos más exuberantes y desafiantes del planeta: Costa Rica.
“El ejercicio tiene un papel antitumoral, ayuda a mantener la funcionalidad física y mejora la tolerancia a los tratamientos”, detalla la Dra. Basterretxea. Además, el acompañamiento médico “es clave que sea dirigido y adaptado a cada paciente según su situación funcional, tipo de tratamiento y momento del proceso oncológico”.
Los beneficios son amplios: reduce la fatiga, mejora la fuerza y la movilidad, ayuda a controlar el peso y refuerza el sistema inmune. “Las pacientes con cáncer de mama pueden beneficiarse de programas específicos, sobre todo si han pasado por cirugías con linfadenectomía y/o radioterapia”, describe la jefa del Servicio de Oncología de Policlínica Gipuzkoa, centro que ha llevado a cabo los reconocimientos médicos pertinentes de una de las participantes en el Reto. Se incluyen ejercicios de movilidad, estiramientos y fortalecimiento progresivo del tren superior “para prevenir rigidez y linfedema, además de ejercicio aeróbico moderado y fuerza en tren inferior”, añade.
Pero el ejercicio también influye en el bienestar emocional. “En el ámbito de la salud psíquica los efectos son incluso más relevantes. El ejercicio libera endorfinas, reduce la ansiedad y mejora la autoestima y la confianza”, apunta la doctora Carmen Durán, especialista en Cardiología del Hospital Quirónsalud Córdoba, centro que ha realizado el reconocimiento médico de otra de las participantes en esta edición del Reto Pelayo Vida, en la que cinco mujeres que han superado un cáncer de mama afrontan el desafío de cruzar Costa Rica de costa a costa durante quince días en MTB, trekking, rafting y kayak, en un desafío físico y emocional que simboliza la capacidad de volver a empezar.
Mapi, Eduina, Toñi, Idoia y Verónica representan distintas historias unidas por una misma meta: demostrar que la vida después del cáncer puede ser más intensa que nunca. “El diagnóstico lo detuvo todo, pero decidí que no definiría mi historia”, cuenta Toñi, cordobesa de 44 años. “Hoy, dos años después, puedo decir que el cáncer se convirtió en el impulso que me inspira a vivir con más propósito y gratitud”.
El ejercicio físico, supervisado por especialistas, mejora la recuperación tras el cáncer de mama y reduce el riesgo de recaída
Más allá de la aventura, el Reto Pelayo Vida es un altavoz. Cada edición busca visibilizar la importancia del ejercicio y el acompañamiento médico en la recuperación, además de concienciar sobre la detección precoz y la investigación. Objetivos, todos ellos, alineados con los valores con los que se identifica en su forma de trabajar Quirónsalud, que, como en años anteriores, ha sido el encargado de realizar los reconocimientos médicos previos a las cinco aventureras, garantizando que se encuentran en condiciones óptimas para afrontar este nuevo desafío. Las pruebas, realizadas en diversos hospitales del Grupo, incluyen analíticas completas, ecocardiogramas y pruebas de esfuerzo, entre otros estudios.
Estos reconocimientos son esenciales para garantizar la seguridad de las participantes. “Nos permiten valorar la función cardiovascular y muscular, identificar posibles déficits y adaptar el entrenamiento a las necesidades de cada participante”, explica la doctora Durán. El equipo médico, además, ofrece apoyo emocional y asesoramiento nutricional, con una visión multidisciplinar que combina oncología, cardiología y medicina deportiva.
Además, las participantes han recibido una formación específica sobre salud y preparación física en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, con el objetivo de que estén completamente preparadas para las condiciones que se encontrarán en esta exigente travesía.
Para las participantes, el deporte ha sido mucho más que un tratamiento complementario: ha sido un camino de reencuentro con su cuerpo y su fuerza. El ejercicio, guiado por profesionales, se convierte así en un espacio de reconstrucción personal. Permite recuperar energía, confianza y vínculos. “El acompañamiento integral humaniza el tratamiento”, señala la doctora Durán. “Las pacientes afrontan mejor los momentos difíciles, con una mayor resiliencia emocional”, explica la especialista, que subraya que “participar en grupos de ejercicio o apoyo reduce el aislamiento y fomenta vínculos positivos, y por tanto favorece la reintegración social”.
El próximo martes las participantes pondrán rumbo a Costa Rica en una aventura de superación y esperanza que demuestra que hay mucha vida después del cáncer.