Alemania ha vuelto a decretar la puerta cerrada en todos los partidos de Bundesliga. En Inglaterra se requiere el pasaporte Covid para acceder a los estadios de una Premier League en la que se acumulan media docena de aplazamientos. Y en LaLiga y la ACB contienen la respiración, ante el riesgo real de que las comunidades autónomas vuelvan a imponer restricciones al aforo tras el repunte de la incidencia a causa de la nueva variante Ómnicron. Lo mismo sucede con el fitness, que vuelve a encontrarse en una situación de desconcierto a las puertas de la campaña de enero, una de las más importantes del año. En juego, un negocio de más de 1.600 millones de euros.
La mayor dimensión del roto la sufren los gimnasios, que sólo en 2020 dejaron de facturar 1.500 millones de euros. LaLiga se dejó 165 millones por matchday en 2019-2020, un año en que se operó con normalidad hasta febrero, mientras que los clubes ACB pidieron compensaciones al CSD de 16,6 millones por la taquilla, el doble de lo que han recibido por este concepto. Aunque el roto de LaLiga fue mayor, el grado de dependencia de sus clubes hacia el ticketing no es tan elevado como en Asobal, que para las últimas dos temporadas han pedid han pedido compensaciones al Gobierno por más de un millón de euros. En el caso de los equipos de la ACB, alrededor de un 30% de sus ingresos dependen del lleno en las gradas.
Los directivos del sector aseguran que medidas como la obligatoriedad de certificado Covid-19 y las restricciones de aforo penalizan al deporte, porque además de la consecuente pérdida de público, la sociedad puede interiorizar que dichas medidas se toman porque los espacios son inseguros. “Si empiezan a pedir el pasaporte y socialmente se genera esa sensación de inseguridad, el problema no será que nos cierren o reduzcan el aforo, sino que la gente vaya aún menos a los campos”, admite el director general de un club de LaLiga Santander.
El Gobierno y las comunidades autónomas no adoptaron ayer ninguna decisión al respecto, si bien los niveles de ocupación de estadios y pabellones en el arranque de 2021-2022 ya estaban en torno al 70% que se plantea en comunidades autónomas como Cataluña. La media en ACB era del 65% de asientos ocupados hasta noviembre, mientras que en el fútbol profesional se situó en el 71% durante las primeras diez jornadas, nueve puntos por debajo de lo que se les permitía realmente.
José Manuel Franco, secretario de Estado para el Deporte, sostenía ayer en AS que él sería “partidario de ser más exigentes en la obligatoriedad del uso de mascarillas y la distancia para no llegar a suspender competiciones”. “Hemos dado muchos pasos adelante e igual habría que retroceder en este terreno. Espero que no sea necesario tomar medidas más drásticas si hay prudencia”, añadía, en referencia a una posible reducción del aforo como la que existía hasta noviembre.
Esa reducción de la capacidad es algo que ha afectado durante toda la pandemia especialmente al sector del fitness, cuya patronal afirma sentirse indignada “por el trato que estamos recibiendo”, afirma Alberto García, gerente de la Federación Nacional de Empresarios de Instalaciones Deportivas (Fneid). La asociación lamenta tener que adoptar medidas que no se están tomando en el resto sectores, porque estas restricciones “señalan de lleno al sector del fitness como un sector peligroso; si estas medidas fueran generalizadas, no tendríamos esta sensación; no queremos estar en el mismo saco de otros sectores donde se han aplicado estas restricciones, queremos que nos vean como lo que somos, más salud que ocio”.
Rafa Cecilio, presidente de DreamFit, admite que la limitación de aforos al 70% aprobada en Cataluña no afecta tanto como la solicitud de pasaporte Covid. “Ya estamos un 30% por debajo del volumen de clientes que teníamos en 2019, así que en la práctica no nos vemos tan afectados; lo malo es que se está enviando un mensaje a la sociedad, y ya estamos registrando bajas”, afirma.
Las previsiones del sector pasan por perder parte de lo que se había recuperado desde marzo de 2021. “No se echará por tierra todo, pero estamos al borde del arranque del año, el periodo comercial más importante; si perdemos enero y febrero, perderemos 2022; ese es nuestro temor”, explica Cecilio.
En el caso de los clubes profesionales, el calendario es distinto, concentrándose las campañas de captación de abonados entre agosto y octubre. Muchos clubes, como el propio FC Barcelona, optaron por la prudencia en este aspecto y ya elaboraron el presupuesto de 2021-2022 con un escenario de 40% de la capacidad ocupada hasta la jornada 23 y del 60% a partir de ahí y hasta el final. Otros, como el RCD Espanyol, han presupuestado un tercio de lo que venían generando por entradas puntuales antes de la pandemia.
La derivada para muchos es que ya vienen arrastrando devoluciones de los abonos de 2019-2020 y 2020-2021, cuando muchos aficionados mantuvieron su apoyo pese a no poder ocupar su asiento. “Las campañas de abonados y las devoluciones han permitido repartir la caída de ingresos por este concepto en varias temporadas”, explican desde el Real Sporting, que ha traspasado a este curso y el siguiente parte de las compensaciones.
En ACB, el roto del ticketing en el club que más negocio mueve por este concepto, el Real Madrid, fue de 2,8 millones de euros en 2019-2020. El impacto en 2020-2021 fue aún mayor, pues sólo facturó 50.000 euros con la venta de entradas y abonos. Para este año, prevé generar 3,9 millones de euros y volver a niveles de 2019-2020, pero sólo lo logrará si en la Comunidad de Madrid no se limitan aforos ni se pide certificado Covid. Es una decisión que depende del Ejecutivo de Isabel Díaz-Ayuso, que de momento no ha planteado esta posibilidad.
