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El FC Barcelona se encuentra al borde de tres quiebras: moral, deportiva y económica. La situación a la que ha abocado el club el expresidente Josep Maria Bartomeu exige la adopción de medidas inmediatas. El periodo de parálisis alargado por la junta gestora ha dejando un estrechísimo margen de maniobra al nuevo presidente que saldrá este domingo de las urnas. El reto no es menor, pero los tres candidatos sabían a lo que se exponían.

La campaña electoral que han protagonizado Víctor Font, Joan Laporta y Toni Freixa ha dejado momentos de todo tipo. Momentos lúcidos en los que los tres han demostrado ser conscientes de la situación con propuestas concretas, pero también -y es lo más preocupante- escenas cargadas de populismo con propuestas irrealizables. Tal es la gravedad de la situación, que prometer hoy a tres futbolistas, un regreso a los estadios de forma unilateral o crowdfundings es ingenuo. El momento exige mucha más altura de miras.

El lunes habrá un nuevo presidente, del que se esperan tres acciones inmediatas que exigen liderazgo: renegociación real de los salarios y no parches como el diferimiento de los salarios; búsqueda de una gran reestructuración de la deuda con bancos, fondos y clubes, y facilitar la conclusión de todos los frentes judiciales que hoy siguen abiertos y dañan fuertemete la imagen de la entidad; el último, el Barçagate.

También sería deseable un análisis frío del actual comité de dirección. No tiene sentido prescindir de todo un grupo de profesionales por el simple hecho de que fueron contratados por una junta directiva anterior. La industria deportiva ha evolucionado mucho, el Barcelona es una multinacional del entretenimiento y cualquier relevo ejecutivo debe estar tutelado por agencias externas.

Porque, he aquí la gran exigencia que trasladamos a la futura junta directiva del Barça: rodéense de buenos ejecutivos, déjenles trabajar, y ustedes definan y supervisen la hoja de ruta que consideren que es la válida para el futuro del club. A los socios: voten con la cabeza y pensando en hechos, no en promesas sobre una noche de verano. A todos les esperan 100 días de entrada que son una auténtica contrarreloj.

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